Querido romano:
No voy a pedirte perdón.
He conseguido calmarme, aceptar, asumir.
Pero no perdonarte ni perdonarme.
Puede que exagere.
No es a mí a quien ignoras, a quien tienes esperando tu regreso, a quien prometiste sin promesas.
Tampoco voy a negar el placer vengativo que siento al escribirte hoy.
No pretendo ser mejor de lo que soy.
Los Dioses me libren de los Misericordiosos como tú.
Los Dioses me alíen a la Fuerza de los espíritus de la Tierra y la Vida, a los que venera mi amiga espartana, Ylena.
Dueña y señora de muchos corazones que se le ofrecen a diario.
Como te dije, ya no soy su esclava, sino su compañera voluntaria de camino.
Me gusta como camina, me gusta su destino, me gusta nuestra senda.
Corrió la noticia de que no viniste.
Hay poco de que hablar aquí salvo de guerras.
Unos cuanto preferimos hablar de amor.
!Así nos va!
¿No crees?
Varios pretendientes han acudido.
Es curioso como tu ausencia atrae a chacales con muchos disfraces.
Podría hablarte de ellos, de como la sacerdotisa ignora a algunos, favorece a otros y saca partido de su condición femenina y su encanto, para mejorar nuestra aldea.
Nunca ofrece su cuerpo.
No calientes tu sucia mente.
No lo necesita.
Su sola compañía es requerida en tu vasto Imperio.
!Que ilusos los hombres y vuestro poder!
!Que vanas mujeres que desean contar que fueron bendecidas por la Gran Mujer!
La anciana Havira y yo nos hemos unido para intentar que te olvide.
Seleccionamos con cuidado a cualquier cortejador que aparece.
Reímos con sus pavoneos y despliegue de virilidad.
Ambas hemos dormido con muchos hombres y sabemos de egos.
Ambas creemos que no hay mayor premio para un hombre que exaltarlo.
Hacerles creer que son dioses.
Ninguno se resiste a eso.
Sólo debes buscar qué es lo que necesita oír y halagarlo.
Lo tendrás en tu mano más fácilmente que con buen sexo.
Aunque ser buena amante también ayuda, por supuesto.
Por ello, también me complace compartir mis conocimientos con la espartana.
Me escucha con la misma concentrada atención con la que se dedica a sus estudios.
Puedo ofrecerle más sabiduría en este tema, del que juntaría en varias vidas.
El conocimiento es poder, especialmente en esta truculenta época que nos ha tocado vivir, donde la supervivencia es un lujo.
Y en estas lecciones, y otras que la misma vida nos da, apareció el Hombre Montaña.
Un gladiador retirado que se dedica a viajar y buscar salvación para su alma.
¿Te pesan a ti tus muertos?
No paro de preguntármelo.
Nos pareció muy buen partido y no paramos de influir en el criterio de Ylena hasta que accedió verle.
Con su inocencia decía que no era para tanto. Que no le gustaban los músculos.
Le sorprendió gratamente.
Un gladiador necesita tener un buen cerebro además de un cuerpo entrenado.
Es parte de su trabajo.
Un gladiador es un luchador hasta su muerte.
En eso no os diferencíais demasiado.
Le dijimos que no deseábamos que lo tomara por esposo, pero que sería alguien muy indicado para poner en práctica mis enseñanzas y las de la vieja, que no para de sonreír desde que recuerda su alocada juventud.
Te estarás preguntando si ella cedió los galanteos del Hombre Montaña y a nuestras cariñosos apremios, pero ya te dije, que no te he perdonado.
Quédate sufriendo, pues Litio me dijo que lo hacías.
Que te torturaba que dejara de esperarte.
Sufre pensando que otro mejor que tú tome lo que despreciaste.
Que los celos te consuman.
Pues hoy no pienso contarte nada más.
Quizás nunca lo haga.
Después de todo, yo sólo prometí escribirte sobre ella.
¿recuerdas?
Lo hago.
Sigo escribiéndote.
Yo si que cumplo mis promesas.
Cuida mis palomas y tus modales romano
Y contente
No hay mucho honor en ser un hombre ausente
Y contente
No hay mucho honor en ser un hombre ausente
Vivamos hoy
Quien sabe si mañana estaremos vivos