martes, 6 de septiembre de 2016

CARTAS A ROMA XI .- PLUBIO


Mi admirada espartana, Ylena Diosa de los Desamparados:



Me permito este atrevimiento.
El de nombraros como el pueblo os llama.

Sé que negáis vuestros dones
Que os apena que la gente crea más en vuestras dotes adivinatorias o vuestra capacidad de hacer milagros sobrenaturales, que en si mismos y la capacidad de sus corazones

Más hoy soy plebe
Soy carne 
Soy polvo. 
Soy hombre

No el doctor formado 
Acreditado por nobles ilustrados 
Criticado por mis colegas, por incluir vuestras curas en mis pacientes.

Y soy pura osadía.
Sé cuanto os gusta la franqueza.
Así que sigo con mis licencias. 
Las que se me otorgaríais si estuvierais aquí.

Comparto mis sentimientos con vos, como vieja amiga, como confidente de estos años en que ambos luchamos a brazo partido contra esta absurdidad de la guerra.
Ambos somos personas de paz
Obligados a pelear.
Defender la paz implica luchas.
Es una lucha constante.
Amar implica luchas.
Luchas errantes.

No quiero luchar en esta, mi guerra de amor, sólo.



Soy un hombre de ciencias.
Nunca creí nada que mis ojos no vieran, que mis manos no tocaran o mi mente no entendiera.
Conoceros fue abrir la puerta a algo tan desconocido como intrigante.

Ya no me hago preguntas.
Sois y estáis.

Como médico he podido salvar algunas vidas. 
A veces, arrancándolas de los mismos dientes de la muerte.
Otras, me las han arrebatado de las manos cuando creía haber salido victorioso.

En estos tiempos no se puede decir que no crees.
Ni en Dioses ni en ese Mesias.
!Tantos Dioses y pierdo niños entre mis brazos!
Pobreza, sangre, injusticia, caos, desolación...
Temí volverme loco 
Lo hubiera hecho sino os hubiera conocido.
¿Cómo entender que aceptaríais con tanta solemnidad este duro destino?
¿Cómo comprender que podías saber más que el resto de los mortales ?
¿Y que esa sabiduría vuestra fuera ancestral?
Compartida y transmitida.



Recuerdo vuestro primer encuentro con mi querido amigo Marcus.
Os sentaron juntos en la reunión. 
Táctica clara del senador que pensó que vuestras diferencias y caracteres opuestos harían que no os aliarais.
Sorprendisteis a todos con vuestra cordialidad, con la discreción y los argumentos que defendisteis, para mi deleite, conjuntos.
Unidos.

No me considero romántico ni fácil de emocionar, pero me gustó veros 
Quise veros así por siempre.
Tan felices, risueños, jóvenes y valientes.
Brillando radiantes.
Poderosos.

El romano ya estaba divorciado de Annia. 
Me atreví entonces a adivinaros un futuro juntos 
Me sobrecogía la excitación.

Quiero a Marcus como a un hermano. 
Crecimos en la misma casa. 
Su matrimonio fue un enorme error.
Se enamoró pero no supo comprenderle ni aceptarle. 
Vos sin embargo...

Perdonadme, os lo ruego, pero me hunde la rabia de veros separados, distantes, cuando nacisteis el uno para el otro.
Puedo oír vuestros susurros cuando bajabais por la escalera. 
Con esa complicidad que siempre os he envidiado.
Que absurdo que este loco amigo mío os haya dejado escapar.
Que hombre tan valiente no haya tenido el valor de adentrarse en el verdadero Amor
Y aquí llegamos al verdadero motivo de mi carta.
El de adentrarme yo en esta senda donde algunos como vosotros, acabáis perdidos y dolidos.

Amo a Savia.
No se si los sentimientos de la tracia hacia el romano son de agradecimiento y cariño, o si albergan un sueño romántico. 
No podemos evitar sentir, bien lo sabéis.

Sé cuales son los míos.

Soy consciente de que le doblo la edad, de que con su belleza y su preparación serán muchos sus pretendientes. 
Hombres más jóvenes. fuertes y guapos que yo. 
Poco tengo que ofrecerle.
La vida de un médico 
Mi deseo de establecerme algún día en alguna aldea lejana donde podamos promover la paz y el equilibrio Como vos me enseñasteis.

Es posible la utopía.
Quiero la ilusión.

Por ello, me permito la licencia de rogaros que ahora que sus heridas han sanado la dejéis en nuestra hacienda. 
No sólo para completar sus enseñanzas, sino para darme la oportunidad de que me conozca mejor y sepa que mi única pretensión es cuidarla y respetarla.

Conozco su pasado. 
Fui yo quien curó sus heridas físicas cuando Marcus la trajo
Fuisteis vos quien cuidó las heridas de su alma.
Es una mujer sana y fuerte
Totalmente recuperada de esas misteriosas fiebres que casi nos la arrebatan y a la que seguro vos habéis puesto nombre y razón.
Quiero pensar que eran una segunda oportunidad para devolverla a mis cuidados.
Cuando la primera vez me faltó el valor.

Esta vez, no dejaré pasar la ocasión. 
Aunque respetaré sus deseos y voluntad.
Si niega mis galanteos, torpes con mi poca experiencia, no la molestaré.
Seguiré cuidándola con todo el amor que le profeso.
Con igual devoción.

Me duele acabar esta carta con la opinión tan personal que os expresaré ahora, pero por primera vez oso deciros que no esperéis más al romano señora.
Lleváis años despidiéndoos sin que ninguno de los dos abandone su posición.
El de indecisión y vos de solemne espera

Conozco a Marcus y no cederá.
No se acercará.

Merecéis ser amada y cuidada por un hombre que esté presente.
basta de largas ausencias y silencios.
Savia me ha contado cuanto sufrís en vuestro callado aislamiento.
Mientras lo hacéis, él vive.
Es la dura realidad.
El romano es así.


Vuestro recuerdo no frena sus días y paraliza los vuestros.
Estáis empeñada en que lo veréis llegar por mucho que lo neguéis.
No sucederá.
Vendrá, volverá y reanudará su marcha.
¿Os ama?
Puede que si, puede que no
Puede que a su manera
Puede que no sepa amar
¿Qué importa?
No hay amor en el abandono. Se acaba
Se transforma

Le quiero, no lo dudeís, pero hace mucho que dejé de esperarle.
Nadie le espera ya.
Escogió vivir así.
No lo esperéis Ylena.
Os matará el corazón.
No malgastéis vuestros años, por un fantasma que corre de batalla a batalla para esconder su miedo a la vida.
Vos sois vida.

Madre de los desamparados.
Vivid esta vida espartana
Las demás están aún lejanas.




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